Facultad de Psicología y Estudios Generales, ULACIT

Este blog ha sido elaborado para los estudiantes de Psicología de ULACIT y los amigos de esta Facultad. ¡Sean bienvenidos!

lunes, 1 de agosto de 2011

El juego como opción terapéutica para todas las personas


Los niños pequeños juegan para medir las distancias entre ellos y los objetos, para lograr precisión en sus movimientos, para comprender la gravedad, para reconocer las texturas, olores y sabores de los objetos.
Nuestras primeras conversaciones son, en realidad, monólogos. Jugamos a nombrar objetos, a poner varias palabras juntas, a decir no y ver las reacciones de la gente; jugamos con nuestras palabras para medir su impacto en el entorno.
Luego jugamos con los amiguitos, representamos roles, "yo soy la mamá", "yo el soldadito", "yo la maestra"... Jugamos para ver si entendemos por qué la maestra regaña a Juan que es tan inquieto.
También jugamos a crear: pintamos, esculpimos, hacemos queques con barro, construimos torres con tucos, destruimos el carro de baterías para ver como funciona y armamos una orquesta con las ollas de la casa.
En la adolescencia hacemos teatro, representamos tantos papeles como nos sea posible hasta encontrar el más cómodo para la imagen que hemos creado de nosotros mismos.
Más adelante jugamos con carros, con herramientas y aparatos eléctricos costosos que usamos sólo una vez, jugamos con telas y hacemos colchas con significados profundos en un reunión semanal, compramos, acomodamos, decoramos y seguimos jugando para encontrar sentido a nuestras vidas.
Jugamos con la música, con las manos, con los pies, con la imagen de nuestro cuerpo; lo hacemos desde que nacemos hasta que morimos y, así, nuestra vida marca el surco que queremos dejar detrás de nosotros, el surco que dice quiénes somos, qué hacemos y por qué lo hacemos.
Las explicaciones que nuestro discurso no puede dar, las expresamos con nuestros juegos; es por esto que no podemos parar de jugar.
Los psicoterapeutas, consideramos los pensamientos, las percepciones e interpretaciones que las personas hacen de su entorno; escuchamos su discurso, y observamos la ejecución de tareas estructuradas para medir su inteligencia, su capacidad o su visión de mundo. Es ahí cuando pensamos en los significados profundos y muy resguardados que se han otorgado a las experiencias, y es ahí cuando nos percatamos de que las palabras tienen límite al tratar de explicar lo que se encuentra más allá de la razón.
Las emociones, los sueños, los olvidos, las reacciones automáticas ante el entorno, la soledad que se siente en algunos momentos en que nos rodean multitudes, los sentimientos de grandeza o impotencia al amanecer, todo eso que muy nuestro pero no es pensado, ni mucho menos hablado, necesita expresarse para ser comprendido.
El juego que pone sobre la mesa estas piezas del rompecabezas que nos compone, es un elemento sanador, explica sin desgastar, comunica cuando no hay palabras y ordena lo que no tenía sentido en la razón.
Es por esto que el juego es terapéutico y es para todas las personas. Niños, adolescentes, adultos y personas mayores, todos jugamos. En la medida en la que demos lugar a esta forma de cómprensión de nuestras experiencias, en esa medida nuestra vida toma sentido y tenemos paz.
El juego como opción terapéutica, no es nada más que otorgarse el derecho de expresarnos en nuestra forma más instintiva y pura de interactuar con el mundo.

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